De Venezuela a Uruguay: distanciamiento y reencuentro

Un matrimonio uruguayo partió a Venezuela hace 30 años en busca de mejor vida pero tuvo que volver a Uruguay para reconstruirse.

Luis Daniel Lugo tiene 23 años y es venezolano hijo de uruguayos. Nació en Caracas el 17 de diciembre de 1993, pocos años después de que sus padres emigraran al país caribeño, y tuvo una infancia muy alegre.

“Tenía todo lo que cualquier gurí quisiera. Yo lo disfruté”, recordó Luis.

Sus padres llegaron en 1989 y lograron adaptarse al nuevo país, que daba buenas oportunidades laborales.

“Nos gustó mucho Venezuela por el cariño, por el clima, cómo era su gente, nos adaptamos muy bien a ellos. Venezuela me dio todo: me dio dos hijos hermosos, pude comprarme un apartamento, pude tener muchos gustos, fui a hacer la diferencia a otro país”, describió Luis Alberto Lugo.

Tanto Luis como su hermana menor, Viviana, fueron a colegio privado y terminaron bachillerato en Venezuela. Desde chico Luis hizo deporte y de adolescente, además de estudiar, ingresó en el mundo del fútbol, llegando a jugar como golero en Primera División y a disputar el Sudamericano sub-20 con la selección de Venezuela.

Pero la situación del país comenzó a deteriorarse por esos años.

“Para un muchacho de 17 o 18 años era notoria la diferencia que había entre unos años atrás con el actual: en las cosas, en la comida, en los productos, la indumentaria deportiva, en la propia ropa para vestirte, entonces lo fuiste viendo de a poco”, detalla Luis.

Luis cuenta que su padre le había regalado un auto y llegó un momento que el sueldo que ganaba con el fútbol no le daba ni para pagar el seguro. Además, varios amigos empezaban a dejar el país por la situación económica.

“Varios se fueron. Uno para Colombia, otro para Panamá, algunos Chile, México. Mi vecino, que era mi mejor amigo de muchos años de infancia, fue uno de los primeros en irse”, explicó.

A las raíces

Ante este panorama, su padre le sugirió que se fuera a vivir a Uruguay, un país conocido, que Luis visitó en cuatro o cinco oportunidades para pasar las fiestas y las vacaciones con su familia paterna.

El 14 de junio de 2015 Luis tomó finalmente la decisión de abandonar Venezuela.

“Llegó un momento que dije: ‘no da para más’ y decidí irme. Mi hermana se motivó y también se vino conmigo”, recordó.

Para los padres de la familia fue un momento complicado:

“Fue una sensación fea, porque por un lado estaba contento y por otro lado tenía una amargura bárbara porque se me iban los dos. Nos quedábamos solitos”, dijo Luis Alberto.

“Fue difícil, fue muy difícil, pero hubo que superarlo. Era para el bien de ellos, por el tema de la inseguridad. Íbamos a estar más tranquilos de que ellos estuvieran aquí y no que estuvieran en caracas que la inseguridad es fuerte”, admitió Rossana.

Luis y su hermana llegaron a Uruguay con 21 y 19 años respectivamente, con la idea de conseguir trabajo y visitar cada tanto a sus padres, de quienes iban a recibir ayuda económica. Pero el entusiasmo inicial contrastó con la realidad: a Luis le costó siete meses conseguir su primer trabajo.

“Eso me decepcionó obviamente. Llegué a pasar necesidad y yo tenía que mantener esto con mi hermana que estamos en alquiler. A mis padres les costaba mucho mandar dinero… no mandaban dinero de entrada porque no podían. Ellos tenían que esforzarse allá, tenían que lucharla allá y era imposible mandar dinero y muchas veces nos vimos atascados junto con mi hermana”, detalló Luis.

Viviana, que estudió cocina internacional en Venezuela, empezó a trabajar en un hotel y Luis consiguió trabajo como portero, con lo que los apremios económicos terminaron.

Mientras la situación de Luis y Viviana mejoraba en Uruguay, ocurría lo contrario con sus padres en Venezuela.

“Generalmente los padres son los que tienen que ayudar a los hijos, pero bueno, nos tocó y nos tenían que ayudar, no había otra, nos tenían que ayudar ellos a nosotros”, contó Rossana.

“Fue duro. Y tuvimos la suerte que tenemos una salud de hierro los dos porque si caíamos enfermo se nos iba a complicar mucho”, recordó Luis Alberto.

La pérdida y el regreso

El deterioro económico, la inseguridad y la imposibilidad de conseguir alimentos y medicamentos los terminó haciendo desistir de seguir en Venezuela. Llegó el momento de regresar a Uruguay, después de más de dos años sin ver a sus hijos y casi 30 años en el aquel país, pero irse ya no era una tarea sencilla.

El deterioro de Venezuela hizo que los ahorros de toda una vida se fueran erosionando en los últimos años. No obstante, el padre de Luis pudo hacer un arreglo con la empresa en la que trabajaba, que le dio una suma de dinero como despido y a cambio de todas sus pertenencias, incluida la casa y el auto.

“Todo. Lo único que me traje fueron las maletas y mis dos perras, eso es lo que de tantos años en Venezuela me traje. Es un momento como de tristeza para mí. Venezuela es un país muy bonito, tiene muchas cosas bonitas, y nos dio todo en su momento pero fueron estos dos últimos años que nos mató”, señaló Luis Alberto.

“En algún momento pensé que de repente no íbamos a poder salir, no iba a haber más vuelos, se iban a suspender y a veces me ponía a llorar pensando que no íbamos a poder salir”, admitió Rossana.

El padre de Luis dijo que estaba decidido a venirse en auto, si no podía viajar por aire. Siempre habían sido una familia muy unida y las tecnologías ayudaron a sobrellevar la distancia, pero el abrazo con sus hijos se hacía cada vez más necesario.

El reencuentro tan esperado

El reencuentro se dio finalmente el pasado 22 de setiembre.

 “Fue muy emocionante, lloramos los cuatro, fue muy emocionante, de verdad que sí”, dijo Rossana.

“Me moría de emoción. Aparte, antes de que vinieran estaba lleno de nervios, yo estaba tomando mate con mi tía y tenía un ramo de flores en las manos, entonces no sabía qué hacer, me temblaban las manos y cuando los vi, obviamente, me llené de emoción y de alegría”, dijo Luis, de 23 años.

Los primeros días de convivencia tras la larga ausencia fueron sido de gran unión.

“Disfrutarlos obviamente a ellos, ellos a nosotros, y siempre estar juntos, para arriba y para abajo. Tratamos de revivir momentos que antes vivíamos”, .

La familia ve con gran tristeza lo que sucede en Venezuela.

La idea de regresar no está en los planes de Luis y menos con la familia unida. Así se explicó:

“No pienso pisar Venezuela de nuevo porque puedo ir para allá tranquilamente, no sé, una semana, pero si después no vuelvo porque hay muchas aerolíneas que ya no viajan. Acá tengo responsabilidades, tengo un trabajo, tengo pareja, tengo una vida, tengo hasta amigos, entonces no. Es una lástima porque tengo mucha gente allá, gente querida, amigos, mis padres le tomaron cariño obviamente a Venezuela, en su momento fue un país que les brindó muchas cosas, nacimos nosotros, y eso es la pena que me puede llegar a dar”.

Luis afirma que siempre le gustó Uruguay y que ahora, ya instalado, se siente un uruguayo más.


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