“Pensé ‘si la vida me da, me recibo’ ”: Eugenio tiene 93 años y es estudiante de arquitectura; se levanta 6:30 y se toma el 427 en Carrasco Norte

Con humildad y un brillo en los ojos, Eugenio resume su filosofía: “Mientras llegue a la hora de irse y tenga entusiasmo, métale para adelante”.

A sus 93 años, Eugenio Miró no solo se despierta temprano, prepara su mate y practica dibujo técnico, sino que también persigue un sueño que nunca abandonó: convertirse en arquitecto. La edad no le pesa, la vocación tampoco.

“Vengo luchando para estudiar arquitectura hace tres años”, cuenta a Telemundo. La decisión no es nueva: la semilla del interés por la arquitectura fue sembrada décadas atrás, pero los tiempos y las responsabilidades laborales postergaron ese anhelo.

“Un día con un compañero de la marina dice: ‘Eugenio, vamos a la escuela de construcción, hacemos bachillerato y vamos a arquitectura’”, recuerda. Sin embargo, la vida tenía otros planes: Eugenio se dedicó a su pequeña empresa, donde hacía instalaciones de cocina y baño, mientras estudiaba de noche, en los ómnibus, y se formaba como carpintero, dibujante y constructor. “Me parecía muy fuerte empezar arquitectura con todo el trabajo que tenía”.

 

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Pero el deseo nunca desapareció. Hace tres años, decidió presentarse nuevamente. “Fui a ver si podía entrar a la facultad a estudiar. Me atendieron ahí, abrieron los planos, miraron todo y me preguntaron por la escolaridad. Y bueno, yo no sabía qué era la escolaridad, que la tenía que llevar”.

El camino no fue fácil. Debió completar un año de bachillerato para regularizar sus papeles. “Cuando terminé el año, me dijo una secretaria: ‘Eugenio, tenemos todos los papeles prontos para que te presentes a la facultad’”.

Hoy, Eugenio vive su sueño con la naturalidad de quien siempre perteneció a ese lugar. “Voy a la facultad como si fuera mi casa. Cruzo la calle y a la vuelta lo tomo del lado de la facultad”, dice.
Cada día se levanta a las 6:30. Se baña, desayuna, prepara el mate y abre sus cuadernos para practicar dibujo. “Eso lo hago casi todos. Pensé ‘si la vida me da, me recibo’. Y allá en la facultad están pensando que me voy a recibir”.

Eugenio no está solo en este trayecto: su hija lo acompaña hasta la parada del ómnibus y, desde ahí, él se toma el 427 en Carrasco Norte que lo deja justo frente a la facultad.

Con humildad y un brillo en los ojos, Eugenio resume su filosofía: “Mientras llegue a la hora de irse y tenga entusiasmo, métale para adelante”.