Un mundo sin fronteras: en busca de ayudar a los recién llegados

Rinche es holandesa y vive en Uruguay hace 32 años, en donde instaló una organización para ayudar a que los inmigrantes se adapten.

Rinche nació en Holanda en 1949, en una familia de clase media, con padres profesionales y cuatro hijos: un varón y tres mujeres. Asistió a una escuela pública y desde muy pequeña se manifestó su espíritu solidario.

“Yo traía siempre a las niñas pobres a casa porque quería que se vistieran un poco más bonito o que comieran algo rico como comía yo”, recuerda.

Se considera una privilegiada, ya que nunca pasó necesidades. Durante su adolescencia estudió español y, a los 22 años, cuando terminó su carrera de Enfermería, decidió ir a España a trabajar y a poner en práctica el idioma.

Llegó a España en 1971, cuando el país todavía estaba bajo la dictadura franquista.

“A mí, que venía de una Holanda democrática, era una cosa que digo ‘¿qué es lo que está pasando acá?’ y me relacioné con personas que estaban luchando contra la dictadura de Franco. Me encantó y se me despertaron unas ganas de hacer cosas positivas”, explicó.

Partida y adaptación

Seis años después, conoció a Aurelio González, reconocido fotógrafo uruguayo, cuyos registros de la represión en dictadura se dieron a conocer durante su exilio político en España. Tenía 28 años y fue amor a primera vista: Aurelio se convirtió en su esposo hasta el día de hoy. Ambos tienen dos hijos varones, de 29 y 27 años, que nacieron en Uruguay, a donde llegaron tras la restauración de la democracia.

No obstante, antes de venir, vivieron unos años en Holanda, lo que según Rinche fue bueno para la pareja ya que Aurelio pudo conocer sus raíces y zanjar ciertas diferencias culturales.

En 1985, Rinche y Aurelio se instalaron definitivamente en Uruguay, un país que ella nunca había visitado pero que, de alguna manera, sentía que ya conocía.

“Ya tenía tantas historias y tanta cosa como que ya tenía una idea”, afirmó.

Rinche se adaptó muy bien a Uruguay. Inmediatamente comenzó a trabajar como enfermera y lo hizo durante once años seguidos, con grandes satisfacciones.

Hoy tiene 68 años y ya no ejerce su profesión, pero igual dedica gran parte de su vida a ayudar a los demás. En 2003 fundó junto a dos amigas la ONG “Idas y vueltas”, que brinda ayuda humanitaria a población migrante y refugiada.

“Tres mujeres locas, juntándose y ahora toda una asociación con mucha vida”, dijo.

La creación de Idas y Vueltas

La idea de fundar la organización surgió en 2002, cuando olas de uruguayos emigraban a España por la crisis. Rinche vio que muchos se sentían decepcionados de las situaciones que tenían que enfrentar al llegar.

"El imaginario del futuro emigrante es como que se van a resolver todos los problemas, todo va a estar bien, todo va a estar mejor, y no es así, no es así de simple”, explicó.

“Idas y Vueltas” comenzó tendiendo redes y contactando a los uruguayos que llegaban a España con otros compatriotas solidarios allá.

"Siempre hay alguien que te va a dar una mano, que te puede aunque más no sea invitar un café y decir que en tal lugar se encuentra una changa, en tal otro hay una pieza barata, ese tipo de cosas”, sostuvo.

También hicieron campañas de firmas para que el gobierno español diera mejor trato a los uruguayos que llegaban al país europeo.

Pocos años después, el flujo migratorio se revirtió y la ONG comenzó a dar apoyo a los uruguayos que retornaban al país.

“A veces no era fácil para encontrar de nuevo su lugar en este paisito, algunos bien pero a otros les costaba un poco más”, recordó.

En ese entonces, algunos inmigrantes extranjeros empezaban a elegir Uruguay para instalarse y Rinche también vio grandes necesidades en esa población, que no recibía un trato tan gentil como muchos creían.

“La verdad no es como que siempre tanto brazos abiertos, no es del todo tan así. Yo en realidad siempre fui una inmigrante de lujo porque claro, soy rubia y vengo del hemisferio norte. Entonces yo lo tengo fácil, pero hay muchos inmigrantes que no lo tienen como lo tengo yo. Uno tiene otro color de piel, viene de otro país, viene del sur y no del norte, pasan cosas que no deberían de pasar”, señaló.

Rinche recuerda con gran dolor las situaciones de racismo y xenofobia que empezó a atestiguar en Uruguay y asegura que si las paredes de las pensiones hablaran tendrían un mar de llanto para contar.

"Los ataques racistas van destruyendo, porque es continuo. En el trabajo te dan el peor lugar, en la calle te pueden insultar, en la pensión te dicen cosas, entonces es uno tras otro y va bajando la autoestima”, indicó.

De esta forma, Idas y Vueltas fue cambiando el contenido de su labor y decidió focalizarse en brindar ayuda humanitaria a los extranjeros recién llegados, sobre todo a aquellos más vulnerables, en la primera línea de batalla.

“Ese momento de desesperación, cuando alguien dice no tengo dónde ir, no tengo trabajo y no sé qué hacer. Entonces ahí digo ‘calma, vamos a pensar’. También aprendí que a veces en poco tiempo logramos entre todos cambiar esa situación”, contó.

Rinche se emociona al ver cómo otros inmigrantes ya instalados articulan redes de apoyo solidario.

"Es fantástico y son lecciones de vida ver cómo muchas veces la gente que menos tiene, eso lo vemos todos los días, son los que antes comparten un plato de arroz para alguien que no tenga”, apuntó.

La organización está integrada por unos 20 voluntarios, a los que se suman estudiantes de Humanidades, Derecho y Psicología que se acercan por la facultad y se convierten en activistas del tema.

“Compartimos angustias de gente que está muy mal, pero todas las semanas hay alegrías para celebrar. Entonces viene el cubano, que estaba muy mal y viene a decir sabe qué la entrevista dio positivo y el jueves empiezo a trabajar, o salí de la pensión, alquilé una pieza estoy mucho mejor y eso es lo que da una satisfacción inmensa”, detalló.

El trabajo de “Idas y vueltas” acumula 15 años.

“Hasta el día de hoy es todo a pulmón porque somos voluntarios, no tenemos financiación, a veces recibimos alguna donación", explicó.

La ONG no tiene un lugar físico propio, pero funciona todos los miércoles, de 9:00 a 13.00, en la Pastoral del Mar o de Migraciones, ubicada en la calle Washington en Ciudad Vieja. En ese espacio, los voluntarios hacen sentir bienvenidos a los recién llegados, ofreciéndoles café, algo de comer, contención psicológica y enfermería intercultural. Además, cuentan con asesores legales y personas que los orientan en la búsqueda de empleo y vivienda.

"Falta una verdadera política de Estado. Se hacen cosas, documentación, hay mil cosas que han mejorado, pero también otras mil que faltan. Muchas veces llegan emigrantes o refugiados que están en un estado de vulnerabilidad muy fuerte y allí el Estado no tiene nada previsto”, afirmó Rinche.

Más allá del apoyo estatal, Rinche recordó que el primer paso está en cada individuo, en su capacidad de sentir empatía, compasión y aceptar al otro tal cual es.

 “Mi utopía, que es la utopía de Idas y vueltas, que no lo voy a ver, es un mundo sin fronteras”, admitió.


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