Vanessa Estol: primera montañista uruguaya en conquistar la cumbre del Everest

Este martes recibimos a la escaladora profesional y modelo Vanessa Estol, quien es la primera uruguaya en conquistar la cumbre del Everest, para hablar sobre la decisión de afrontar este desafío, su pasión por el montañismo, cómo se preparó para aventura del Everest y las diferentes adversidades y complejidades que tuvo que enfrentar a la hora de llevarlo adelante. A su vez, nos contó qué planes tiene para sus próximos desafíos y proyectos.

Vanessa Estol, la primera uruguaya en la cima del Everest: "Subir es 80% psicológico y 20% físico, es un reto mental"

“El desafío más importante para mí y el Everest fue conseguir los recursos económicos, más que el sentirme preparada físicamente", cuenta la uruguaya radicada en México.

Vanessa Estol se convirtió el 14 de mayo en la primera mujer uruguaya en alcanzar la cima del Monte Everest, la montaña más alta del mundo con una altura de 8.848 metros, ubicada en la frontera entre China y Nepal.

“Estuvo increíble. El día de la cumbre, me sentía como en una película. Se pasa por un lugar que se llama el Escalón Hillary, que es bastante famoso, y siempre sale en todas las películas y documentales. Sabía que después de ver eso, la cumbre ya estaba cerca. Y el último pedacito a cumbre fue único”, dice Vanessa a Telemundo, y cuenta que llegó hasta allí con el pabellón nacional y se tomó una foto, pero que en el lugar no dejó nada. “Todo lo que subo, lo bajo”, explica.

El camino hasta allí fue, por supuesto, largo. “Estuve 45 días en total en la expedición”, dice. De es tiempo, indica la deportista, el trekking al campamento base del Everest lleva entre ocho y nueve días, que son de caminata. “De ahí empieza lo que se llama rotaciones, que es básicamente bajar y subir la montaña para ir acostumbrando el cuerpo a la altitud. Eso es súper importante. Si subiéramos de una, el cuerpo humano no está preparado para esa altitud y es muy peligroso. Ya aclimatados, solo se necesita una semana para llegar a la cumbre y bajar”, apunta.

En el trayecto, el desafío no es solo a nivel del cuerpo. También pasa por la mente. Estol, de 36 años, es psicóloga de profesión y cuenta que acudió a una colega especializada en deporte para prepararse para la travesía. “Siento que subir el Everest es 80% psicológico y 20% físico. Es un reto mental, realmente. Es como agarrar una motivación y seguir. Estar muy enfocado”, dice.

La uruguaya está radicada en Ciudad de México desde hace 15 años. Y fue allí donde surgió su interés por el montañismo, hace unos seis años: “Estaba buscando en Facebook actividades para hacer el fin de semana que tuvieran que ver con la naturaleza, y encontré una publicidad para visitar una montaña que se llama Nevado de Toluca: es para principiantes, tiene 4.600 metros. Me llamó la atención y me apunté”, cuenta, y agrega que le costó “un montón” porque no estaba habituada a la actividad y practicaba poco deporte. 

“Me pareció un súper reto y me gustó. Justo terminando de hacer esa montaña, se estrena la película Everest en el cine. El mismo día que fui al Nevado de Toluca fui a ver la película, y le dije a mis amigos que quería ir al Everest. Ellos se murieron de la risa y pensaron que era broma. Y desde ahí me empecé a entrenar y a hacer montañas cada vez más altas para poder llegar algún día”, cuenta.

La preparación para subir al punto más alto del mundo

En el camino hasta el Everest, Estol tuvo otros logros previos, que paulatinamente le fueron dando la confianza necesaria para el gran reto: el Himalaya (6.000 metros); el Aconcagua (la montaña más alta de América, que tiene casi 7.000 metros); varias montañas de Bolivia de más de 6.000 metros; y una de más de 8.000 metros en Nepal.  

Una vez cumplida la meta de Nepal, Estol se terminó de convencer de su gran meta. “Me fue bien, me di cuenta de que mi cuerpo se aclimataba bien a la altitud y ya me decidí por completo por intentar el Everest”, cuenta, y añade: “Empecé a viajar un montón haciendo montañismo y yendo a cada vez montañas más altas para terminar en el Everest”.

Para subir su primera montaña de 8.000 metros, la uruguaya contrató a un entrenador estadounidense, que la monitoreaba todas las semanas a distancia. “Me mandaba seis entrenamientos por semana y monitoreaba la frecuencia y el cansancio a través de una aplicación. Yo cumplía cada semana y él hacía una evaluación”, dice, y explica que esos ejercicios incluían fuerza y cardio, con cosas “como correr en la cinta con máxima inclinación o con mochilas pesadas, e ir a la montaña un día por semana”. 

“Lo iba cambiando y adaptando. Empezábamos con una hora y media al día, y ya cerca de la fecha de la expedición le aumentábamos la carga: los fines de semana entrenaba unas seis horas por día”, recuerda.

Pero para Estol el desafío más importante no fue lo físico sino los medios económicos para poder subir el Everest. 

“El desafío más importante para mí y el Everest fue conseguir los recursos económicos, más que el sentirme preparada físicamente. Físicamente tenía confianza y pensaba que no me iba a  ir mal. Yo estaba trabajando como psicóloga y tuve que cambiar todo a lo que me dedico, abrir mi empresa de trekking y montaña, y empecé a llevar gente a las montañas en México o al campo base del Everest para juntar los recursos. Cuando tuve la meta económica, me animé a venir”, dice, y señala que “más o menos, cuesta unos US$ 60.000 la expedición con vuelo, con el seguro y el equipo”.

Un camino en equipo

El objetivo cumplido llegó al segundo intento. Y es que Vanessa intentó subir el Everest en 2021, pero la travesía resultó accidentada.

“Este fue mi segundo intento. El año pasado vine, pero salió muy mal la expedición: al principio, en campo base, nos dio Covid-19. Nos recuperamos e intentamos hacer el ascenso, recién recuperados del Covid-19. Y cuando llegamos al campo cuatro, se canceló la expedición porque había un ciclón, y no pudimos seguir”, recuerda.

En el segundo intento, Estol optó por un cambio: no ir con una expedición comercial sino con su propio grupo de amigos interesados en subir el Everest. “Se hizo mucho más ameno. Todos hablábamos español, vino una chica que es la primera salvadoreña en subir, un ecuatoriano, gente de México y Venezuela. Se hizo más fácil y más ameno”, dice.

Con la misma meta en común, el grupo sufrió su primer golpe justo antes de empezar: llegando al campamento base, uno de ellos sufrió un edema cerebral y tuvo que bajarse de la expedición. 

Luego vinieron otros desafíos, como cuando, al llegar a una cascada de hielo, se les cayó encima una avalancha. “Por suerte fue solo como el final de la avalancha: quedamos cubiertos de blanco, empapados con nieve, pero no pasó a mayores”, dice.

“Hubo muchos momentos difíciles, en los que nos planteábamos seguir o no, darnos la vuelta. Es una expedición de dos meses. La cascada de hielo que es como el trayecto del campo base al campo uno es muy peligroso, y todas las noches se le van cayendo pedazos y cambia la ruta. Hay muchos momentos de estrés y de miedo”, cuenta.

Y si el ascenso es complejo, el descenso no se queda atrás. “Para mí, el descenso fue mucho más difícil que subir, porque ya estás cansado y agotado. El día antes de cumbre me di cuenta de que tenía unas ampollas gigantes en los pies. Me las traté de curar, pero obviamente, como estaba lastimado, ya no podía hacer demasiado. Bajar fue como una tortura, porque cada paso dolía un montón”, dice la joven, y explica que de subida se va parando en cada campamento (hay cuatro campamentos antes de la cumbre) donde se puede dormir; y a la bajada, se juntan esos campamentos y se va directo de la cumbre hasta el campamento dos, un trecho “muy largo”. 

“En el momento de bajar, en el campamento base ya todo el mundo sabe quiénes hicieron cumbre o no, porque estamos comunicados por radio. Cuando llegamos, ya sabían que habíamos hecho cumbre, entonces esa noche hay fiesta en el campamento, hay celebración. Yo estuve unos minutitos y me fui a dormir porque estaba muerta, pero sí había ambiente de festejo”, recuerda, y agrega que en su grupo había muchos primeros ascensos latinoamericanos: la primera salvadoreña, un chico de Venezuela, que por 20 años no ha hecho ninguna cumbre, y ella.

Lo que viene

“Estoy en el reto de subir las 14 montañas más altas del mundo. Todas tienen más de 8.000 metros. Llevo dos montañas, entonces ahora voy a planear a la tercera. También estoy en el reto de subir las siete cumbres, que son las montañas más altas de cada continente; de esas llevo tres de siete”, cuenta Estol de cara al futuro.

Y en lo que venga, seguirá combinando sus dos pasiones. “La psicología me encanta, hice la licenciatura, después un máster y un doctorado: es algo que me apasiona. No lo voy a abandonar. Pero ahora voy a seguir con lo de los viajes, me gusta mucho llevar gente principiante como para meterla en este mundo. También voy a seguir en el campo base del Everest. Mezclando las dos cosas”, concluye.

Una montañista uruguaya busca llegar a la cima del Everest en el 2020

Fue la primera uruguaya en escalar una montaña de ocho mil metros de altura. Su objetivo es subir las catorce montañas que hay en el mundo que superan los ocho mil metros.

Vanessa Estol fue la primera uruguaya en escalar una montaña de ocho mil metros de altura en setiembre de 2018. Mientras termina de estudiar un doctorado en psicología en México, comenzó los entrenamientos para ser la primera uruguaya en subir a la cima del Monte Everest, de 8.848 metros de altura.

"Ha sido un poco complicado porque es considerado más un deporte de  hombres, pero de a poquito nos vamos haciendo nuestro lugar y motivando a otras chicas a empezar en esto también", contó Vanessa Estol a Telemundo.

"Tengo dos expediciones en mente. Una en octubre que voy a ir al campo base de Everst a llevar a un grupo de uruguayos y subir montañas de 6 mil metros. A eso voy como guia. Y en abril del año que viene la expedición a Everest para tratar de llegar a la cumbre porque Uruguay no tiene todavía ninguna cumbre por ahí. Me encantaría llevar la bandera de nuestro país al punto más alto de la tierra y por fin hacer cima en Everst", relató la escaladora uruguaya.

Cada expedición puede costar hasta 60 mil dólares, por lo que la deportista busca recolectar fondos para financiarla.

La escaladora uruguaya de 33 años consideró que su mayor logro fue haber subido la montaña Manaslu, en Nepal, y superar los ocho mil metros de altura. "Me llevó más o menos un mes el viaje desde que llegué a Nepal. Nos fuimos en helicóptero al campo base de la montaña y ahí empezan las rotaciones para aclimatarse a la altitud. Eso duró un mes, más un año de preparación, de entrenamiento todos los días, de preparar el equipo y planearlo. Lo primero que hice cuando llegué a la cima fue sacar la bandera de Uruguay. Hicimos unas fotos y bajamos, porque se nos estaba acabando el oxígeno y ahí no se puede estar mucho tiempo", contó Estol.