A principios del siglo XX circulaban más autos eléctricos que de combustible: ¿qué pasó en el medio?

La llegada de la producción en cadena de Ford, sumado a la Primera Guerra Mundial, los precios y la potencia de los vehículos a combustión hizo que los autos eléctricos perdieran su reinado. 

Los autos eléctricos se promocionan como los líderes de la transición energética. El mundo que busca descarbonizar su economía, es decir, eliminar el uso de combustibles fósiles como el gasoil o la nafta.

Sin embargo, los autos eléctricos no son un invento reciente. Están en la vuelta desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

De hecho, a principios del siglo XX había más autos eléctricos que a gasolina circulando por Estados Unidos. Según datos de la Enciclopedia Británica, el 40% de los autos eran a vapor.

Los autos a vapor empezaron a construirse en 1874 impulsados por lo que se sabía de las máquinas a vapor que venían funcionando hace algunos años. Tenían algunos problemas, entre ellos que no eran prácticos. Podían demorar en arrancar más de media hora en un día de frío.

En segundo lugar venían entonces los autos eléctricos. A comienzos del siglo XX ya representaban el 38% de la plaza automotriz en Estados Unidos.

En los diez años siguientes las ventas de estos automóviles siguieron en ascenso. Nueva York y otras ciudades, incluidas algunas europeas como Londres, tenían una flota de taxis eléctricos cada vez más grande.

Los autos eléctricos eran punta de lanza en la innovación. Un modelo de 1899 fue el primer auto en superar los 100 kilómetros por hora. La Jamais Contente lo hizo gracias a la electricidad.

Por último estaban los autos a combustible que representaban el 22% de la plaza. Esta tendencia se mantuvo así durante algunos años con el auto eléctrico ganando cada vez más adeptos.

Sin embargo, todo se torció. La llegada de la producción en cadena de Ford, sumado a la Primera Guerra Mundial, los precios y la potencia de los vehículos a combustión hizo que los autos eléctricos perdieran su reinado.

Un vehículo eléctrico atraviesa las calles y llama la atención de todos a su alrededor. Es siete veces más caro que un vehículo a combustible y un símbolo de la innovación tecnológica.

Esta imagen bien podría ser contemporánea y pertenecer a una escena ambientada en la capital de algún país rico, pero en realidad es de hace 120 años.

Porque al igual que hoy, donde los autos eléctricos le compiten a los de combustión interna, a principios del siglo XX la historia era bastante parecida.

Fue en el año 1890 cuando el primer automóvil eléctrico irrumpió en un incipiente mercado automotor dentro de Estados Unidos. Fue desarrollado en Iowa por un químico que concretó la creación de un vehículo para seis pasajeros capaz de alcanzar una velocidad máxima de 26 kilómetros por hora, según el sitio especializado Curbed. Si bien este primer coche no era la gran cosa, ayudó a despertar el interés en los vehículos eléctricos.

Una década después los autos eléctricos con baterías de plomo se volvieron tan populares que se los podía ver por todas partes, al menos en Estados Unidos. No tenían el olor, el ruido o la vibración que producían los autos de vapor o combustible. Y, además, eran más fáciles de operar, algo que la clase adinerada encontró particularmente seductor.

Como la luz eléctrica todavía no estaba en todas partes, estos primeros automóviles se cargaban en instalaciones privadas que los dueños tenían en sus propiedades. Luego, con los años, comenzaron a surgir talleres mecánicos que permitían guardar el coche y dejarlo cargando por la noche.

Pero esta historia de amor entre la sociedad estadounidense o inglesa y los autos eléctricos duró más bien poco. La producción de estos vehículos alcanzó su pico en 1912, pero fue en 1908 que apareció su rival definitivo.

Ese mismo año Henry Ford presentó su modelo T, que funcionaba a combustible y era producido en masa por lo que podía comprarse a 650 dólares mientras que un eléctrico rondaba los 1750 dólares de la época. Ni hablar de cuando llegó la Primera Guerra Mundial, donde la logística para movilizarse en autos a gasolina se terminó de aceitar y extender por buena parte de Occidente.

Algunas décadas después, los autos eléctricos buscan recuperar su feudo. Sin embargo, las empresas luchan prácticamente con los mismos problemas de hace 120 años: autonomía de kilómetros, potencia y puntos de carga. Si bien hoy existen modelos extremadamente eficientes y con una capacidad de autonomía entre cargas de 450 kilómetros, siguen siendo vehículos muy costosos.

Aun así, muchos los eligen como una alternativa más sustentable. Ya el año pasado había 16 millones de autos eléctricos circulando por el mundo y todo parece apuntar que con la estrategia de transición adecuada, ese número seguirá creciendo.


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