De ovejas a rinocerontes, una breve historia de la clonación científica

El año pasado murió en Malasia uno de los últimos ejemplares del rinoceronte de Sumatra, y es por eso que la comunidad científica busca fondos para clonar a alguno de los ejemplares que quedan vivos. Sin embargo, esto puso una vez más sobre la mesa el debate ético que implica la clonación de animales.

El 5 de julio de 1996 el mundo amaneció con una de las noticias científicas más relevantes de la década. Dos genetistas del Instituto Roslin de Edimburgo fueron capaces de clonar un mamífero por primera vez en la historia. Al cordero que nació de este experimento lo bautizaron bajo el nombre de Dolly. Y es probable que sea la oveja más famosa del mundo.

A pesar de que la clonación se volvió parte de la conversación internacional con el nacimiento de Dolly, los científicos vienen experimentado con esta técnica desde la década de 1930.

Las primeras pruebas de las que hay registro se implementaron en 1938 de la mano de un alemán que quiso retirar el núcleo de una célula de un embrión de rana y trasplantarlo en un óvulo. Si bien no obtuvo resultados, el experimento inspiró sucesivas pruebas de clonación. La mayoría fueron sobre animales, algunas tuvieron éxito y otras no tanto. Pero desde 1930 hasta ahora la ciencia pudo reproducir, además de ovejas, cerdos, pandas, monos, conejos, peces y otras especies animales.

Cuando hablamos de clonación seguramente nos imaginamos una máquina futurística de la que salen copias y copias de un animal. Pero lo cierto es que la técnica más común de clonación se basa en un procedimiento clínico a través del cual se extrae la información genética de la célula de un animal, el núcleo, y se implanta en el óvulo de otro. Eso deviene en un embrión que se deposita en el útero de otro animal.

¿Cuál es el objetivo detrás de todo esto? Algunos científicos son motivados sencillamente por la curiosidad, pero hay otros que advierten que estos experimentos podrían ayudarnos a probar nuevos medicamentos, desarrollar órganos animales para trasplantes humanos y estudiar el avance de enfermedades.

Esto despertó discusiones éticas que todavía no encontraron consensos. Por un lado, están aquellos que señalan que esto es como “jugar a ser Dios” y va en contra de los ciclos naturales; mientras que hay otros que señalan que esto es parte del desarrollo y el avance de la ciencia y que cuando se trata de mejorar la salud humana hay que hacer todo lo que haya al alcance.


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