Familiares y amigos dieron el último adiós a Micaela Onrrubio: "Seguimos esperando justicia y que se sepa por qué sucedió esta barbarie"

"He recibido apoyo de todas partes y de mucha gente", dijo el padre de Micaela.

Así habló el padre de la joven asesinada:

“Se cierra una etapa muy dolorosa. Primero, no sabíamos dónde estaba el cuerpo. Luego, se supo dónde estaba. Después, los días esperando el resultado de ADN. Luego, la etapa de las investigaciones y que nos entregaran el cuerpo.

La comunidad sigue esperando justicia y la familia también. Queremos que se sepa la verdad, cómo llegó ahí, qué camino hizo, qué lo llevó a hacer esa barbarie. Pero eso depende de los abogados.

Mi parte, que era hallar a Mica y darle sepultura, ese capítulo lo cerré. Considero que Dios es justo y va a juzgar él, no yo.

He recibido apoyo de todas partes y de mucha gente. Nunca nadie nos cerró la puerta. Todos se ofrecían a ayudar y darnos una mano.

Toda la gente que tenga algún dato o sepa algo, que se arrime a los abogados o a nosotros, que les facilite la forma de dar testimonio.

Tenemos la duda de qué pasó en ese intervalo y qué pasó, cómo lo hizo, por qué lo hizo. Aparentemente actuó solo, pero no podemos descartar otra cosa. Confiamos en que las pericias muestren algo fehaciente.

Cuando crezca el arroyo, nos vamos a tomar el trabajo de ir ver si la corriente pudo sacar o no un cuerpo”.


Así habló el intendente de San José, José Luis Falero:

“Fue un hecho muy doloroso que ha consternado a toda la sociedad de este lugar y de todo el país. Se ha podido encontrar algo de paz, por lo menos hemos podido despedir los restos de Micaela, eso es importante, pero no va a hacer superar el dolor que tiene toda esta familia”.


Micaela Onrrubio tenía 30 años, y era madre de dos niñas de 8 y 9 años. Trabajaba como empleada doméstica en pueblo Capurro a unos 13 km de donde vivía en paraje el Tropezón, cerca de Villa Rodríguez en San José. Iba y volvía de su trabajo a dedo por ruta 11.

El miércoles 27 de marzo desapareció. Vecinos llamaron a la policía para contar que escucharon tres disparos y el pedido de auxilio de una mujer desde un vehículo.

Al día siguiente la policía detuvo a un hombre de 45 años, con quien Micaela había salido por unas semanas.

En su auto encontraron rastros de sangre de Micaela y, pese a que todas las pistas apuntaron siempre hacia él, nunca dijo dónde estaba el cuerpo.

Fue imputado por el homicidio y desaparición de la mujer, y está en prisión preventiva por 180 días a la espera del juicio.

La búsqueda en las semanas siguientes se extendió a varias zonas del departamento de San José. A la policía local se sumaron la Guardia Republicana, el Ejército y la Armada Nacional, que aportó embarcaciones y ocho buzos tácticos.

El 27 de abril, a un mes de la desaparición, se llevaban rastrillados 100 kilómetros cuadrados.

En mayo hubo nuevos hallazgos: primero el teléfono celular de Micaela, 16 km al Norte de Villa Rodríguez y luego los lentes en un tajamar.

Mientras la familia se reunía en la plaza todos los miércoles para que no se detuviera la búsqueda y recibía aportes de videntes, como Marcelo Acquistapace y Luis Orsi, el hallazgo principal se produjo el 30 de mayo.

Un peón rural manejaba un tractor en la zona de Carreta Quemada, cerca del límite entre San José y Florida. En ese lugar, donde se habían hecho rastrillajes y cerca de donde se encontró el pantalón de Micaela, le llamaron la atención huesos que vio al costado del camino.

Cuando se bajó alcanzó a identificar un cráneo y llamó a su patrón. Esperaron hasta que llegó la policía y la familia, ya convencida de que se trataba de Micaela, esperó pocos días hasta que lo confirmó el análisis de ADN.

En el lugar también se encontró ropa, un anillo y la cartera de la mujer. Lo único que falta es el arma utilizada para matarla.


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