Cheung Koon Yim: el uruguayo nacido en China

Llegó a los 16 años a Uruguay huyendo de la guerra y luchó por adaptarse en la sociedad.

Orígenes

Cheung Koon Yim nació en 1936 en la ciudad de Beijing. Es hijo único y su infancia transcurrió en medio de la guerra: primero la invasión japonesa a China central, luego la guerra civil y por último la guerra de Corea, en la que China apoyó a Corea del Norte.

La guerra no sólo lo obligó a abandonar su ciudad natal y más tarde su país, sino que además le quitó a su padre. Como ingeniero ferroviario, era enviado a las zonas de conflicto a desmontar rieles y un día no regresó. Recién años después, Yim supo dónde y cómo había muerto, pero nunca pudo encontrar su tumba.

Yim recuerda que sólo con su madre pasó grandes vicisitudes y casi mueren de hambre. Se mudaron a Shangai, donde vivían sus tíos, y luego todos se fueron a Hong Kong, que era colonia británica, escapando de la guerra civil. En ambas ciudades tuvo sus primeros contactos con elementos de occidente.

Cansados de escapar, su madre y sus tíos tomaron la decisión de emigrar junto a otras familias chinas. Entre las opciones estaban Australia y Estados Unidos, pero ellos se inspiraron en un sacerdote chino que había viajado por América Latina y recomendaba ir al Cono Sur, especialmente a Uruguay, un pequeño país ventoso conocido como “La Suiza de América”.

“Acá era un paraíso, era época de las vacas gordas, una sociedad relativamente opulenta, toda la gente muy tranquila, no tenían problema. Me recibieron fenomenalmente bien y me siento muy agradecido”, contó Cheung Koon Yim.

Adaptación

Yim tenía 16 años cuando llegó a Uruguay en 1952 y conocía solo algunas palabras en español, que había aprendido durante la travesía de 45 días en barco. Enseguida que llegó, comenzó a asistir como oyente al IAVA y en tres meses ya podía hablar el idioma bastante bien, lo que le sirvió para adaptarse a la nueva sociedad y hacer amigos.

 “Íbamos a trillar 18 de Julio todos los fines de semana, de Ejido a Andes, de Andes a Ejido, tomábamos un café en el Sorocabana”, recordó.

Al no poder revalidar los estudios que había cursado en China, tuvo que rendir más de 30 exámenes libres para terminar secundaria y lo hizo en tiempo récord. La autoexigencia era algo que había traído consigo desde China y, con sólo dos años en el país, logró lo que se había propuesto: ingresar a la universidad a estudiar arquitectura.

“Fui a la facultad el 30 de diciembre de 1955. Fue un placer vivir en esa facultad, que se transformó en mi segundo hogar”, rememoró.

Para la madre y los tíos de Yim la adaptación no fue tan fácil. Su tío terminó emigrando a Estados Unidos para dar clases de sismología y su madre nunca pudo aprender bien el español.

“Siempre pensaba volver y yo hice lo contrario, yo no vuelvo, me tengo que transformar en uruguayo. Creo que lo logré”, opinó.

La carrera profesional

Yim tardó nueve años en recibirse de arquitecto, pero ya había comenzado a trabajar siendo estudiante. La arquitectura lo vinculó estrechamente con la realidad nacional, ya que participó en planificación territorial de cooperativas de viviendas y asentamientos irregulares del interior del país.

“Yo soy el verdadero uruguayo porque pertenezco a los 19 departamentos, hasta incluso los rancheríos más lejanos, más recónditos”, sostuvo.

50 años dedicándose a la docencia y a la vida académica convirtieron a Yim en una verdadera eminencia dentro de la facultad.

“La profesión es un accidente, la persona es lo más importante. Si es muy buena persona es importante para la sociedad”, afirmó.

Cambio de cultura

Yim se casó tres veces y tuvo cuatro hijos, pero ninguno de ellos aprendió a hablar chino porque crecieron en la época en la que se esforzaba por ser uruguayo y tampoco sabía cómo enseñar el idioma.

Sin embargo, cuando falleció su madre en 1981, sintió que sus raíces se iban desvaneciendo y que tenía que recuperar contacto con su cultura, por lo que empezó a estudiar y dar clases de chino gratis en su casa.

“Empecé desesperadamente a seguir estudiando porque ya era bastante uruguayo, no me precisaba más nada. Lamentablemente no había sucedido eso antes, porque le hubiera dado la cultura y el idioma a mis hijos, yo ahora intento dárselo a mis nietos”, contó.

La necesidad de adaptarse lo había hecho esconder su propia esencia, pero el desarraigo seguía en su interior y sus raíces volvieron a aflorar. Decidió crear el Centro de Integración Cultural Uruguay-China y se convirtió en su primer profesor. En 1985 ayudó a erigir el monumento al filósofo Confucio en el Parque Rodó.

Recuperando raíces

Recién en 1999, casi 50 años después de haberse ido, pudo volver a pisar su patria, cuando ya había empezado la apertura, la reforma y el gran turismo en el gigante asiático. Viajó con 18 colegas para asistir al Congreso Mundial de Arquitectos en Beijing y aprovechó para visitar los lugares de su infancia y adolescencia. Yim se encontró con un país diferente, pero allí seguían intactas su amada bahía de Hong Kong, el palacio imperial y la muralla china.

“Lagrimeaba porque me había ido de una China devastada, permanentemente invadida por las potencias internacionales, y nuestra educación siempre fue que tenemos que alcanzar a occidente. Un sueño cumplido”, dijo.

Yim no pudo concurrir a las grandes universidades chinas como soñaba desde pequeño, pero se enorgullece de haber sido estudiante y docente de la UdelaR, a la que considera una muy buena universidad, que está mejorando con su apertura hacia el mundo.

“Estrechar vínculos con la Universidad de China es una política de apertura, de aprender muchas cosas y difundir la cultura uruguaya en China, para que se conozca, que es un país chiquitito, pero la universidad tiene que ir allá para difundir lo nuestro”, apuntó.

El futuro educativo

La apertura de la UdelaR hacia China se verá fielmente reflejada en el Instituto Confucio, que será inaugurado oficialmente a fin de año con Yim como director y con docentes que viajarán desde China.

“Se palpa en toda la sociedad uruguaya el creciente interés sobre lo que es China, su realidad, su cultura, su idioma, todo el mundo quiere aprender mandarín a ver si puede hacer una conexión”, explicó.

Yim cree que su principal aporte como un pedacito de Oriente en Uruguay ha sido explicar lo que es la cultura china, evitando malos entendidos, manejos inadecuados o inventos sobre el país asiático.

“Todos los conflictos que hay ahora son producto de la falta de comprensión. Siento como obligación darle una versión fidedigna, sin razones propagandísticas ni de ninguna especie, sino de mi entendimiento, de haber vivido tantos años en Occidente”, expresó.


Las Más Vistas