Familia Articulada: cuando el amor va más allá del parentesco

Laura y Erik crian niños como si fueran sus hijos, pero compartiéndolos con sus padres biológicos y haciendo el esfuerzo de mantener vivo ese vínculo.

El hogar comunitario Seamos se creó en 1998 para albergar a personas con capacidades intelectuales disminuidas y ayudarlas a salir adelante de forma autogestionada.

Claudio, que tiene discapacidad intelectual leve o educable, y Sofía, que padece oligofrenia- donde confunde por momentos la realidad y la fantasía- se conocieron en el hogar a los 18 años y se enamoraron. Tras un tiempo de novios, quisieron ser padres.

“Fue buscada porque la quisimos los dos. Él, que es tremendo padre, estuvo conmigo en todo”, dijo Sofía sobre Claudio.

Con la ayuda de Gabriela Bazzano, la directora de Seamos en aquel momento, Claudio y Sofía se casaron en noviembre de 2007 y su hija, Sol, nació en marzo de 2008 en el Hospital Canzani.

“El problema al que nos enfrentábamos y se conversó en el hospital era que, siendo papás con capacidades disminuidas, no pudieran hacerse cargo de los chicos y tuvieran que ser derivados a INAU”, recordó Gabriela.

“Me daban el alta pero no me querían dar a mi hija”, recordó Sofía.

Ante esto, los técnicos del hogar comunitario se comprometieron a acompañarlos en el cuidado de Sol y las asistentes sociales del INAU no encontraron argumentos suficientes para quitarles la bebé en primera instancia.

“Ser padre por primera vez me cambió la vida, y más con ella al lado, con la persona que quería tener una hija hace tiempo”, contó Claudio.

Seis meses después, Patricia, otra joven de Seamos, que llegó al hogar con 17 años desde Aldeas Infantiles, tuvo un varón al que llamó Felipe y, al igual que Claudio y Sofía, pudo volver al hogar con su hijo.

“Me querían sacar a mi hijo pero no pudieron conmigo, porque yo a mi hijo le doy todo”, dijo Patricia.

Durante los primeros meses de los bebés, hubo voluntarios que se quedaban durante toda la noche.

“Era tan chiquitita que me daba cosa agarrarla, que se me caiga… A veces cuesta ser madre, es verdad, a mí me costó pila pero, por suerte, que tuve a mi marido ayudándome y a Gabriela”, explicó Sofía.

“Me ayudaron en todo: con la crianza, con ir a los médicos a controlarlo, con el colegio”, recordó Patricia.

Los primeros años, Sol y Felipe se criaron como hermanos, con padres que les daban todo su amor, pero sin poder desempeñar completamente sus roles.

“Estos papás en el mano a mano eran niños como ellos, entonces de repente no podían ofrecerles ese plus, ese estímulo, menos ponerles límites”, señaló Gabriela.

Gabriela sabía que debía buscar una solución para que Sol y Felipe pudieran desarrollarse según sus propias capacidades sin perder el vínculo con sus padres biológicos, sin tener que darlos en adopción.

Trabajando con abogados, surgió la idea de crear una familia articulada, una figura inédita en Uruguay pero que ya existía en otros países.

“Podíamos, si los papás estaban de acuerdo, dar la tenencia de esos niños, que pasaran a vivir a otro hogar, pero mantener la patria potestad y mantener la filiación y mantener el vínculo”, explicó.

Claudio, Sofía y Patricia comprendieron y aceptaron la alternativa.

Laura y Erik: los nuevos padres

María Laura dirige una empresa de marketing y está casada con Erik. Aunque lo intentaron varias veces, no pudieron ser padres biológicos.

Laura siempre tuvo en mente la posibilidad de adoptar, y además era una mujer vinculada a la comunidad y las tareas sociales. Cuando conoció a Gabriela y supo de su idea de la familia articulada, decidió visitar el hogar Seamos, sabiendo que existía la posibilidad de conocer a sus futuros hijos.

“Fue el 12 de marzo de 2012, recuerdo el día porque lo anoté. Fue como el comienzo de la nueva vida. Llegué al hogar, conocí a los papás, que son personas maravillosas, y me acuerdo que estaba Felipe sentado en un banquito y para mí fue ‘qué niño más divino’, vino con un abrazo a mí sin conocerme.

Después conocí a María Sol, que estaba en el cuarto de los papás. Me acuerdo que me vio y me dijo: ‘¿Me vas a contar un cuento?’ Y así comenzó la historia”.

Claudio contó qué sintió ese día:

“Fue una emoción muy grande porque ellos se iban a encargar de Sol y Felipe, le iban a dar todo lo que nosotros no les podíamos dar”.

“Lo que se puede decir es que eran niños contenidos en el amor pero con bastantes limitaciones en otros sentidos, entonces cuando empecé con las visitas comencé a darme cuenta de las dificultades que estaban teniendo para llevar adelante las cosas básicas”, recordó Laura.

Además de visitarlos, Laura y Erik comenzaron  a llevarlos a su casa los fines de semana, siguiendo el protocolo, que prevé un cuidadoso proceso de separación y adaptación.

“Comenzamos una etapa, un camino largo, de conocimiento mutuo. A medida que, empezamos a tener visitas más frecuentes y el 21 de agosto de 2012 empezaron a vivir con nosotros. Vivir era dormir en casa”, dijo Laura.

“A veces, de noche la extrañaba un poco, me costó un poco pero después sí, me di cuenta que iba a estar bien con Laura y Erik”, admitió Sofía.

“El primer año eran cinco días de los siete, el segundo año cuatro, el tercer año tres  y así sucesivamente hasta que, luego de que se aprobaran las tenencias, se naturalizó el hecho de ver a los papás en visitas programadas y en un ambiente cordial y de alegría”, indicó Laura.

El acuerdo privado para ceder la tenencia de Sol y Felipe a los padres articulados se firmó en febrero de 2013 y fue homologado por un juez de familia.

“No me gusta hablar de la palabra adopción porque no es una adopción, pero son los niños los que nos adoptaron primero, sin perder el amor que tienen por sus papás biológicos que eso es indiscutible”, consideró Laura.

“Ellos saben bien que los padres somos nosotros, ellos siempre van a saber que nosotros nunca los vamos a dejar”, dijo Patricia.

Hoy Claudio, Sofía y Patricia ven a sus hijos una vez por semana, un sábado cada 15 días y en cada fecha especial.

“En el cumpleaños estoy con él, en mi cumpleaños también, en las fiestas también”, dijo Sofía.

Sol y Felipe tienen ahora nueve años y dos familias, o mejor dicho, una familia articulada.

“Es muy emocionante verlos a ellos cómo pueden manejarlo sin ningún conflicto”, cuenta Laura.


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