Amor Perfecto: de lunes a viernes a las 16:00 en La Tele

Llega una historia de amor a distancia, de mentiras y la lucha de una madre por recuperar a su hijo.

Basada en una versión libre del libro Marcelino pan y vino, del español José María Sánchez Silva, Amor perfecto apuesta al tono de fábula y al coprotagonismo de un niño curioso con una visión lúdica del mundo para contar una apasionante historia sobre el amor entre madre e hijo.

En la década de 1930, Marê (Camila Queiroz) está a punto de ser la primera mujer en graduarse de la carrera de Administración de Empresas cuando se enamora del médico Orlando (Diogo Almeida). El romance se ve obstaculizado por el padre de la joven, Leonel Rubião (Paulo Gorgulho), quien planeaba que su hija se casara con Gaspar (Thiago Lacerda), hijo del alcalde Anselmo Evaristo (Paulo Betti).

Leonel es propietario del Gran Hotel Budapest, en la ciudad ficticia de Águas de São Jacinto, y está casado con la ambiciosa Gilda (Mariana Ximenes). Durante una fiesta en el hotel, Leonel descubre que Gilda y Gaspar están teniendo una aventura y enfrenta a su esposa, quien termina disparándole sin que nadie la vea. Mientras ocurre la tragedia en la piscina del hotel, Marê huye de su habitación para encontrarse con Orlando en otra ciudad, pero la fuga se interrumpe en el camino, y el Jefe de Policía Albuquerque (Beto Militani) le informa sobre el ataque a su padre. Leonel muere y Gilda ve la oportunidad de incriminar a Marê por el crimen. Con la ayuda del jardinero Ronaldo (Breno Filippo), Gilda planta pruebas que convencen al jurado y Marê es condenada.

Una vez arrestada, Marê se entera que está embarazada de Orlando, quien se fue a hacer una especialización en Canadá luego de su decepción por la supuesta desaparición de su amada. Mientras huye con dos compañeras de celda, Marê da a luz a un niño al que llama Ângelo (Levi Asaf). Muy débil y con la policía siguiéndole el rastro, Marê entrega el niño a una de las mujeres y le pide que se lo deje a Neiva (Maria Gal), la hija de su ex niñera, para que Gilda no lo críe. Marê es capturada nuevamente y la compañera, a quien le había confiado a su hijo, es acribillada pero primero logra poner al bebé en un bote en la orilla del río. La barca va corriente abajo y es rescatada por Jesus Cristo (Jorge Florêncio), que deja al niño en la puerta de la hermandad de frailes de la ciudad.

Marê pasa ocho años en prisión hasta que logra la libertad con la ayuda del abogado recién recibido Júlio (Daniel Rangel), un amigo de la infancia que siempre estuvo enamorado de ella. Mientras tanto, el desilusionado Orlando decide regresar a Brasil, ya que nunca pudo olvidar a Marê.

Al salir de la prisión, Marê debe elegir entre Orlando y Júlio, probar su inocencia, obtener justicia por las acciones de Gilda y encontrar a su hijo perdido, sin sospechar que es Marcelino (Levi Asaf), el huérfano criado por los frailes y sacerdotes de la fraternidad local. Marê y Marcelino se conocen durante una fiesta de Santo Antônio y entre ellos nace una gran conexión, pero los sacerdotes acaban con toda esperanza cuando le dicen que el niño es hijo de Rosa, una trapecista que lo abandonó para continuar con el circo.

En la hermandad de Águas de São Jacinto, Marcelino ama a sus "padres" y "abuelos", quienes también lo quieren mucho: Fray Severo (Babu Santana), Fray Leão (Tonico Pereira), Fray João (Allan Souza Lima), Padre Donato (Bernardo Berro) y Padre Diógenes (Chico Pelúcio), pero extraña mucho tener una madre. Cuando, clandestinamente, el niño sube al desván del monasterio y encuentra una enorme estatua de Jesucristo en una cruz, pronto hace de Jesús su amigo "imaginario" y comienza a hablar con Él, llevándole comida siempre que puede, en solidaridad. Después de ser bautizado en un sueño por Jesús como Marcelino pan y vino, el niño le pide que lo ayude a encontrar a su madre.

La libertad de Marê dista mucho de ser sinónimo de paz, ya que Gilda seguirá insistiendo en destruir a su rival, entorpeciendo la búsqueda de su hijo, impidiendo que la joven comience de nuevo su vida en un nuevo trabajo e incluso falsificando documentos para robarle todos los bienes y derechos que aún posee. En medio de todos los ardides, Gilda termina enamorándose de Orlando y usará todas sus armas para conquistarlo, incluso planea adoptar al pequeño Marcelino. La maldad de Gilda afecta a todos, incluso al abogado Júlio, que no descansará hasta desenmascarar al villano.


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