Mateo Rubio

Me ilusioné, mal, pensando que iba a llegar antes que mi entrevistado. Habíamos quedado a las 11:00 en un café chico de Pocitos que él conocía, pero cuando llegué a la dirección miré para todos lados y no encontré el lugar. Entonces lo llamé por teléfono. (Pido que cuando lean la letra cursiva que representa […]

Me ilusioné, mal, pensando que iba a llegar antes que mi entrevistado. Habíamos quedado a las 11:00 en un café chico de Pocitos que él conocía, pero cuando llegué a la dirección miré para todos lados y no encontré el lugar. Entonces lo llamé por teléfono.

(Pido que cuando lean la letra cursiva que representa la voz de mi entrevistado, lo hagan con acento español. Graziash)

Te estoy viendo, estás de verde y yo de blanco me dijo, ahora mismo un camión nos separa. Caminé algunos pasos y -miopía mediante- lo distinguí, cruzando la calle a unos 20 metros.

Mateo Rubio ya tomaba un café en la mesa, el lugar era chico en serio, una pequeña confitería con solo dos mesas en la vereda. Una ocupada por una señora y la otra por Rubio que tenía pinta de que hacía rato que estaba sentado ahí. Enseguida se paró amablemente y me saludó. Esto lo voy a pagar yo le dije sabiendo que mi intento iba a ser fallido, claro que no, estás en mi barrio, aquí pago yo me respondió. ¿Qué quieres? preguntó, un café, gracias respondí. Y enseguida con su largo y estilizado cuerpo partió rumbo al interior de la confitería.

En menos de dos minutos salió una de las empleadas del lugar con mi taza de café (tenía un olor riquísimo pero la entrevista se volvió entretenida y cuando le fui a poner azúcar, 40 minutos más tarde, ya estaba frío y fue en vano... ni lo probé)

Un joven entrenador

Mateo Rubio nació el 24 de enero de 1977 en Barcelona. Vivió con sus padres, sus tres hermanos (Raquel de 39 años, Juan Francisco de 33 y Javier de 26) y un gato hasta los 20 años en Hospitalet, una ciudad pegada a Barcelona. A los 20 años, trabajando como entrenador y ayudando a su padre en un estudio de Arquitectura, logró independizarse y vivir solo durante siete u ocho años.

Cursó Primaria, Secundaria y luego arrancó a estudiar Filosofía y abandonó, Arquitectura y abandonó. Aquí mando un mensaje a los jóvenes para que terminen sus estudios.

-¿Cómo te metiste en el mundo del básquetbol?-

Yo jugaba, pero era un jugador muy malo, a los 16 ó 17 años un entrenador preguntó por qué no empezaba a trabajar con él, a ayudarle. Entonces de los 16 a los 19 años era jugador de un cuadro y entrenador de otro de niños. Me di cuenta de que prefería dirigir a jugar y el básquetbol no ha perdido nada dejando yo de jugar, porque realmente no era buen jugador.

El primer club que dirigió fue el Asociación Deportiva Hospitalet (lo pronuncia en catalán), que era el segundo club de la ciudad. Luego lo fichó el primer club de la ciudad y ahí estuvo todas las formativas. Y después ya di el salto profesional.

La crisis económica ha influido mucho en el deporte, pero en España había cuatro categorías profesionales. Yo entré en Hospitalet en liga EBA, ascendimos a LEB Plata, ascendimos a LEB Oro y jugamos playoffs para intentar ingresar a primera división pero no llegamos.

Entré en la rueda del básquetbol profesional, después de Hospitalet me fui a un club en Santander al norte de España, después estuve con la Selección española Sub-19 en el año 2007. Jugamos un Mundial en Serbia que fue lindo, quedamos sextos clasificados, fui el entrenador más joven en dirigir un Mundial. Después de ahí entrené en Tarragona, después vino la crisis económica hacia el 2010 y la cosa se empezó a complicar.

De unos 60 equipos a nivel profesional en España, Rubio me cuenta que quedaron 20. Por lo tanto 40 entrenadores perdieron sus trabajos.

 

-¿Y cómo viniste a parar a Uruguay?-

Tengo un amigo Enrique, Quique, Bello que es uruguayo, montevideano, muy vinculado al deporte y al marketing deportivo. Él viajaba mucho a España para ver cómo se trabajaba allá, yo lo conocí de casualidad en España.

Tres años después de haberse conocido y con casi nada de contacto entre ellos, un día Mateo Rubio recibió una llamada de Quique Bello: sé que estás sin trabajo, te ofrezco un proyecto, le dijo.

Bello quería que Rubio se viniera por tres meses a Uruguay a trabajar con niños de Trinidad, Durazno y Florida. Después de algunas idas y vueltas, finalmente los meses serían octubre, noviembre y diciembre de 2012.

-¿Cómo lo tomaste? ¿Aceptaste enseguida?-

Me lo pensé, familiarmente no era fácil porque mi hijo recién había cumplido tres años. Pero una noche dije ‘bueno tres meses… vamos a ver qué pasa’. Y luego ‘¿dónde está Durazno?’ Entonces me metí en internet y empecé a buscar información para saber a dónde venía.

-¿Era rentable?-

No lo hice por una cuestión económica, llevaba seis meses sin trabajar. Mientras cuidaba a mi hijo, daba charlas, iba a ver a otros entrenadores trabajar, hacía deporte pero estaba desesperado.

Dije ‘me va a ir bien, conozco el mundo, conozco Uruguay, otra manera de funcionar, voy a aprender voy a ver qué hay’. En Uruguay no había estado, no sabía nada de Uruguay. Imagínate cuando llego a Uruguay…

De entrenador de niños en el interior a técnico de Trouville en Montevideo

El proyecto arrancó en Trinidad, Flores, ahí Mateo Rubio estuvo diez días, luego se fue otros dos días a Durazno y a Florida ni llegó. Al técnico de Trouville Edgardo Ottati, en la fecha 5 de la temporada pasada le ofrecieron un ascenso en su trabajo en el Banco, entonces tuvo que dejar el club.

Tu fíjate las casualidades, Quique Bello es hincha de Trouville y muy cercano a la directiva, entonces le dijo a la directiva: ‘sepáis que yo tengo un gallego aquí en Trinidad, ¿por qué no lo conocéis?’ Vine a Montevideo, fuimos a cenar con la directiva y me contrataron.

-¿Y entonces?-

Tuve que llamar a casa y decir: ‘os dije tres meses, pues van a ser seis’. Esa decisión fue más difícil que la primera porque ya no eran tres meses, era ponerme aquí a trabajar de verdad, en un equipo de primera división. Sabía que si salía bien seguramente iban a querer renovar una temporada más, esa decisión familiarmente no fue tan fácil.

Y ahora en Trouville

Mateo Rubio me explicó que en Europa se entrena diferente que en Uruguay, no cree que sea mejor o peor pero sí que se hacen cosas distintas.

Yo llegué a un equipo que había jugado cinco partidos, había ganado tres y había perdido dos, iba bien. Los doce jugadores no me conocían de nada y yo empecé a entrenar como yo siempre entrenaba y parece ser que a los jugadores les sorprendió esa manera de jugar.

Al técnico de Trouville le gusta hacer entrenamientos cortos, de una hora, muy intensos y cada uno diferente al otro. Esto les divertía a los jugadores, de repente sin conocerme dijeron: ‘me divierto con el gallego’.

-¿Y cómo fue ese arranque?-

Son buenos jugadores, un buen equipo, muy unido con buen vestuario. Empezamos a ganar partidos, batimos un récord de 15 victorias consecutivas y superamos las expectativas de la hinchada.

Ser extranjero te ayuda un poco, no sé si es el acento pero parece que te ayuda a que llegue el mensaje, te escuchan de una manera diferente. El mérito no está en mí, el equipo trabajó bien, enseguida me sentí muy a gusto muy cómodo, me compraron la idea.

-¿Cómo vivís los partidos acá?... porque son muy pasionales-

Eso fue lo primero que me sorprendió, todos son en Montevideo y eso hace que para mí todos los partidos sean derbis (partidos entre rivales de la misma ciudad) Hay muchas canchas a las cuales yo puedo ir caminando desde acá, vas a jugar a cualquier cancha y tienes hinchada propia, en nuestra cancha viene la hinchada del rival.

Mateo Rubio tiene una remera blanca, el pelo corto ya peinando algunas canas, no recuerdo si lleva jean, creo que sí. Habla como en un susurro, entre su acento y la baja tonalidad. De a ratos me mira y de a ratos mira a la gente pasar, en un momento se queda colgado observando a un adolescente que pasa, qué alto que es comenta para sí.

Y de repente la atmósfera se corta, un señor frena en la vereda y se pone frente a Rubio. Y he aquí la reproducción de la charla:

Señor: Buen día ¿te acordás que hablé contigo ayer?
Mateo Rubio: Sí señor
Señor: ¿Te acordás que soy de Australia? ¿Por qué no lo dejás tirar de a tres al que te digo yo de botitas celestes?
Mateo Rubio: No se lo prohíbo
Señor: Pero no tiró nunca, tiró dos veces y embocó y perdimos ¿por qué?
Mateo Rubio: Pero no se lo prohíbo
Señor: ¿Viste que yo miro el básquetbol?

(El señor se va de escena y Rubio continúa hablándome)

El uruguayo es así ¿no? Yo estoy admirado por lo que consigue el deporte uruguayo, el fútbol y el básquetbol, tres millones de habitantes y Uruguay va al Mundial de Fútbol. Yo creo que el fútbol ha de ser un ejemplo para el básquetbol, si estás implicado, estás unido, trabajas bien y luego con el carácter y la garra charrúa.

El jugador uruguayo es muy competitivo aunque seamos un país no muy alto para el básquetbol, porque nos faltan jugadores grandes, lo suplimos con muchas ganas y con mucho corazón.

-¿Hasta cuándo seguís acá?-

Tengo contrato esta temporada que termina, no sabemos cuándo, depende de los playoffs, marzo o abril. Y de futuro nadie sabe porque cuando estás así lejos de la familia no te atreves mucho a hacer planes de futuro. Yo me encuentro bien, me encuentro a gusto pero un año más lejos de mi hijo...

-¿No se plantean venir?-

Es una posibilidad pero no es fácil porque habría que gestionarlo, los abuelos... pero ya veremos, pienso muy poco en eso.

Rubio está casado hace tres años con Ester, pero antes fueron novios durante dos años. Su hijo Jan tiene 3 años y a diario conversa con él por Skype.

-¿Alguna vez te sentiste mal o te quisiste ir?-

Al principio no fue fácil entrenar porque era el primer entrenador extranjero en Uruguay, había que hacer un papeleo y parecía que no me dejaban dirigir eso me hizo sentir como si estuviera haciendo algo mal cuando yo soy entrenador recibido. Pero fueron más las muestras de apoyo que de rechazo.

-¿Cómo fue que te llamaron para ser asistente de la Selección de Uruguay?-

De sorpresa también. De repente un día Espasandín (gerente deportivo de la FUBB), Vairo (secretario general de la FUBB) y Castillo (presidente de la FUBB) quisieron reunirse conmigo y me hicieron el ofrecimiento, hablé con Pablo López que era el seleccionador y yo encantado de poder colaborar.

-¿Te dijeron por qué te elegían?-

Pues… no. Supongo que pensaban que podía colaborar, aportar mi granito de arena. Con algo tan lindo como la oportunidad que tuvimos, clasificar para un Mundial… al final no lo conseguimos. Para mí fue muy decepcionante, yo en lo personal tenía mucha ilusión porque el Mundial se jugaba el año que viene en España.

A partir de la experiencia con la Selección, Rubio me cuenta que aunque en la cancha sabe perder, luego en su casa se le hace difícil aceptarlo. Tanto que a veces le cuesta dormir. Entonces, para poder despejar la cabeza se junta con “La barra de la baranda” un grupo de hinchas de Trouville, entre ellos Quique Bello, con los que se reúne para cenar, tomar algo y reírse.

Cuando tiene tiempo libre aprovecha y limpia su casa, sale a correr, anda en bicicleta (y acá aclaro que Rubio no tiene auto, se desplaza en bici por el barrio), va al cine e intenta hacer cosas que no tengan que ver con el básquetbol.

Además, trabajó en un proyecto llamado “Training Day”, era un ciclo para jóvenes sobre técnicas de liderazgo y gestión de equipos ganadores en San Carlos, Rosario, Minas, San José, Trinidad y finalmente en el Club Trouville.

El año pasado estando en Uruguay, su representante le hizo llegar una propuesta de un club de España pero la rechazó porque tenía su palabra puesta en el rojo de Pocitos.

Este invierno hubo algún rumor en España pero no salió nada, ojalá pueda entrenar en mi país porque está mi familia. Pero no es una cosa que me obsesione. Si alguna vez sucede perfecto. Pero luego de estar aquí te cambia la cabeza ¿por qué no Australia? ¿Por qué no Islandia? ¿Por qué no Brasil? Conoces mundo, te enriqueces, te cambia mucho la cabeza.

Violencia en las canchas

Es lamentable, el deporte tiene que transmitir valores, sobretodo a los niños porque los jugadores son sus ídolos.

Tiene que transmitir solidaridad, respeto por el rival, respeto por la derrota. Es lamentable que haya violencia en el deporte, fuera los violentos del deporte, la Federación los tiene que sacar de ahí, los clubes los tienen que sacar de ahí, los entrenadores no podemos dar nada, los jugadores nada, no podemos dejar ninguna puerta abierta.

No pueden utilizar el deporte para sentirse importantes, boicotear un partido, insultar a la gente…

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ASTERISCO: Esta nota debería tener una segunda parte, quedaron muchas cosas afuera… benditos caracteres.

@carlaUG


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