El dilema de los murciélagos: si transmiten tantos virus, ¿por qué no acabar con ellos?

El vínculo entre los murciélagos y la aparición de alguna enfermedad virulenta potencialmente mortal siempre está a la orden del día.

Los murciélagos son los únicos mamíferos que evolucionaron para tener alas. Se estima que existen más de 1.400 especies distintas y que representan aproximadamente un 20% de todas las especies de mamíferos. De hecho, según datos de The Conversation, dentro de los mamíferos son el grupo más numeroso después de los roedores. Están presentes en todos los continentes, excepto en las regiones polares y en los desiertos extensos.

Algunas especies de murciélagos son un almacén natural para un gran número de microbios patógenos y pueden jugar un papel esencial en la transmisión de muchas enfermedades infecciosas a los humanos.

Tanto es así que hace unos años se analizó el conjunto de genomas de los virus del murciélago gigante de la India y allí se encontraron 55 virus distintos; cincuenta de ellos eran nuevos.

Pero lo más desconcertante es que a pesar de ser un reservorio de virus, parece que los murciélagos son inmunes a su infección. Algunos investigadores secuenciaron el genoma de un par de especies de murciélagos y encontraron que su sistema de detección y reparación de daños en el ADN está activo de forma continuada. Según resume Ignacio López-Goñi -catedrático de Microbiología en la Universidad de Navarra- “se especula que esto podría estar relacionado con el tipo de vuelo de los murciélagos, que consume mucha energía”. Y agrega que “eso requiere un metabolismo muy activo, que genera mucho estrés, lo que a su vez causa un daño en el ADN de las células, rápidamente detectado y reparado”. Ser animales tan activos parece ser la llave de su inmunidad.

¿Qué podemos hacer entonces con los murciélagos?, ¿deberíamos eliminarlos? Como siempre en el mundo natural, no se puede tener en cuenta un solo factor. Porque si bien los murciélagos podrían eventualmente ser un problema de salud pública, también juegan un papel ecológico fundamental y, aunque parezca contradictorio, son beneficiosos para el ser humano.

Por ejemplo, existen más de 100 enfermedades distintas en humanos transmitidas por mosquitos, moscas y otros insectos. Hablamos de malaria, fiebre amarilla, dengue o zika. Los murciélagos se alimentan de estos insectos y ayudan a mantener las poblaciones a raya. Científicos estiman que los murciélagos insectívoros pueden comer hasta 1.200 mosquitos por hora.  Es decir que los murciélagos actúan como agentes de control biológico y reducen la presencia de insectos que transmiten enfermedades.

Por otra parte, desempeñan un papel ecológico vital en la dispersión de semillas y como agentes polinizadores. El ciclo biológico de muchas plantas tropicales depende completamente de los murciélagos y ayudan a esparcir semillas y regenerar bosques afectados.

Así es que existen acuerdos internacionales para la conservación de los murciélagos e incluso en algunos países están protegidos por ley. Solo quedan establecer estrictos protocolos de monitoreo epidemiológico y entender que nuestra salud también depende de la salud de todo el resto de la vida en el plantea.


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