Nada Crece a la Sombra, un proyecto socioeducativo en cárceles que busca combatir la idea de que los presos son irrecuperables

"Es muy difícil pensar en una perspectiva de vida cuando se mira alrededor y hay un contexto de miseria absoluta", reflexionó la coordinadora del proyecto.

“Nada Crece a la Sombra” consiste en un proyecto socioeducativo en cárceles que surgió hace cuatro años y que desembarcó a mediados de marzo en los módulos  4, 8, y 10 del Comcar. Su objetivo es alejar a los presos del mundo del delito, pero ¿cómo lo hacen y qué resultados tienen?

Abordamos el tema junto a la coordinadora del proyecto, Denisse Legrand.

Arrancamos en el Comcar en el módulo 4, en la parte LGBT, y con el módulo 8, que es el más violento. Ahí empezamos con taller de radio, fútbol y rap. Ahora también arrancamos en el módulo 10, con la necesidad de ver cómo se toma en realidades diferentes.

Nosotros somos 30 personas de distintas formaciones: jugadores de fútbol, profesores de educación física, médicos, sociólogos, profesores, etcétera. Es un grupo que viene sosteniéndose desde el 2014.

Es realmente difícil sostener una intervención en contextos de encierro. Es necesario que más allá de la voluntad de distintas personas, sea una cuestión de política pública.

El desistimiento es el alejamiento del mundo del delito: eso es lo que trabajamos. Tratamos a través de la educación y las actividades socio-educativas generar un quiebre en la trayectoria delictiva. El delito implica también una cuestión de identidad, por lo que buscamos que la persona construya una nueva identidad, que tenga algo nuevo para hacer y pensar, incluso otra forma de sentirse reconocido.

Cuando empezamos con esto, había gurises que hacía dos años que no salían de sus celdas. No ver la luz, no poder tener contacto con la familia y hacer otras cosas, y estar sumido en un régimen violento, determina un montón de cosas. Y las reacciones frente a salir una cancha o tener un taller de música son generalmente positivas. Estamos aprendiendo todo el tiempo a encarar estas situaciones.

No nos involucramos en retomar la historia delictiva, porque los que están privados de libertad muchas veces no presentan relación en su conducta intracarcelaria con el delito que cometieron. Es realmente difícil vivir en una cárcel: cuando hay que sobrevivir, hay que sobrevivir. El sistema ofrece sobrevivir muchas veces a través de la violencia, y eso hace que cuando esas personas salen, sigan aplicando eso.

La rehabilitación es muy difícil. Estamos mejor que en otras épocas en las que estábamos en un agujero negro. Falta demasiado a nivel de discusión. ¿Por qué en vez de darle una comida decente a las personas les damos en realidad rancho, que es un caldo con grasa? ¿Cuánto gastamos en medicación?: gastamos mucho porque la comida que les dan les repercute en el cuerpo.

Es muy difícil pensar en una perspectiva de vida cuando se mira alrededor y hay un contexto de miseria absoluta. No tenemos las condiciones para poder ofrecerle a una persona que cometió delitos que si no quiere robar más se le puede dar un laburo en el que lo van a tratar como uno más. Es difícil pensar en cambiar la trayectoria delictiva si cuando salen vuelven al mismo entorno y a rodearse de los mismos.

Lo que más caro nos sale es el 60 % de reincidencia y la cantidad de políticas de seguridad que se aplican y que no están teniendo los resultados esperados. Hablar de seguridad es hablar de educación. ¿Cuánto queremos seguir torturando a la gente privada de libertad o cuánto queremos invertir para que esas personas tengan una rehabilitación y puedan salir al mundo de otra manera? No es cierto que son irrecuperables. Ocho de cada diez  presos quiere salir de la cárcel, pero no sabe si podrá lograrlo.

El miedo no puede construir políticas de seguridad. Tenemos un montón de gente que nunca estudió criminología, pero está construyendo las políticas de seguridad.

Más información en la página de Facebook de Nada Crece a la Sombra.


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