Esta semana llega finalmente a la cartelera cinematográfica local "Judy", la biopic de Judy Garland

Todo indica que traerá un nuevo Óscar a la tejana de 50 años, Renée Zellweger. La crítica de Carlos Dopico.

En los últimos años, la industria cinematográfica en Hollywood ha suplido la falta de ideas con remakes de viejos éxitos en pantalla y cintas biográficas edulcoradas, que exhiben una serie de desgracias de sus protagonistas para luego redimirlos sobre el final

Judy, esta sombría adaptación de End of the Rainbow que reescribe Tom Edge y filma Rupert Goold es parte de esa tendencia. Sin embargo, esta cinta se saltea casi por completo los años de gloria de su protagonista para centrarse casi por completo en el tramo final. Goold aborda por un lado las presiones en el seno de la Metro Goldwyn Mayer en épocas del Mago de OZ y 30 años más tarde la serie crepuscular de conciertos que Garland diera desesperadamente en Londres a finales de 1968, en un intento de salir de la quiebra, recuperar a sus hijos, y escapar de la debacle total.

La etapa abordada es justo previa a la muerte de Garland, en junio del 69 por sobredosis de barbitúricos y exceso de alcohol, en medio de noches insomnes y depresión fatal.

El largometraje, anacrónico, errático y convencional, encuentra en Zellweger su apuesta central en una interpretación ajustada al pánico y la fragilidad, el talento y la miseria, la admiración y el rechazo social.

Quizá aquí es donde se vean las fibras más intimas de una interpretación magistral. Zellweger, y todas sus cirugías faciales, son resultado también de una industria voraz que hoy te consagra y mañana te hunde sin más. La cinta, recorre en flashbacks los días de 1939 en la trastienda de El mago de OZ, cinta que glorificara a Garland pero sumergiera emocionalmente a aquella adolescente de 16, sometida a una dieta nefasta de sopa de pollo, cigarros, café, y pastillas por doquier.

Así como Garland padeció los abusos de Louis B. Mayer, el jefe de los estudios MGM, al que enarna Michael Gambon, Zellweger se presume resistió los embates de Harvey Weinstein tras varios de los éxitos de Miramax: 'Chicago' (2002), 'Cold Mountain' (2003) y la saga 'Bridget Jones'.

Por ello su desempeño es doblemente honesto y prodigiosa su entrega vocal.

Zellweger ha arrasado en la antesala de premios y es casi un hecho que se llevará el Oscar como actriz, el segundo en su carrera cinematográfica, tras la distinción en 2003 como mejor actriz de reparto por Cold Mountain.

Hasta ahora ha cosechado la venia de la prensa especializada en el Globo de Oro, la prensa extranjera en Hollywood con el Critics' Choice Award, el BAFTA de la academia británica y el SAG que le otorgaran sus colegas del sindicado de actores.

No es que valga la pena ver Judy por el trabajo interpretativo de Zellweger pero al menos aporta un estímulo actoral a un guión deslucido y superficial.

Dura dos horas y es apta para mayores de 12 años.


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