María Auxiliadora Delgado era la menor de 11 hermanos, conoció a Tabaré Vázquez en una kermés salesiana

Nació en el seno de una familia católica, perdió a su padre cuando tenía tres años.

En esta casa de la calle Tellier en la Teja, “muy grande y preciosa”, al decir de María Auxiliadora nació en 1937, se crió y vivió hasta que se casó. La menor de 11 hermanos de una familia católica que trascendió varias generaciones. A los tres años murió su papá y fue determinante para su familia que aprendió a ser más solidaria. Cursó Primaria en las Capuccinas de Belvedere e hizo secundaria en el Instituto María Auxiliadora y en el Iava.

Fue en 1956 que los ojos verdes de Tabaré Vázquez la enloquecieron en una kermese del Colegio Divina Providencia de La Teja, según contó en el libro “Ellas 5” de Pablo Vierci. Ella tenía 19 y él 16. Se sorprendió de su inteligencia y las cosas en común que tenían. Se casaron tras siete años y medio de noviazgo en la Iglesia los Vascos. Diez años después nació su primer hijo Álvaro, un año después Javier, en el 71 Nacho y tiempo después adoptaron a Fabián.

Luego de 15 años de ahorro en el Banco Hipotecario compraron un apartamento en la calle Agraciada y en 1992 se mudaron a la casa de la calle Buschental donde vivían hasta ahora.

Le gustaba decir que era ama de casa, que se dedicaba a su familia por completo aunque también trabajó varios años en la Caja de Jubilaciones Profesionales.
Su gran vocación fue el servicio hasta cuando trabajó en la Caja repetía que detrás de cada expediente había un alma que pena.

De perfil bajo, reticentes a las entrevistas o a hablar en público, pragmática y poco romántica, según su definición. 53 años de matrimonio con Vázquez, con quien reconocía caracteres distintos. Él con sus largos silencios y ella con su pesimismo, emociones y llantos.

Desde pequeña la gran contención la tuvo en Dios y su fe. Católica practicante, el rezo y la participación en misas como parte de su vida cotidiana. Coleccionista de rosarios y amante de las plantas a quienes dedicaba tiempo poniéndole música al invernáculo.

En dos ocasiones fue la primera dama, aunque nunca se sintió cómoda o identificada con esa definición porque “nunca soñó con una familia de notoriedad”. En el libro Ellas 5, una de las pocas veces en la que contó sobre su vida, relata que mantuvo mientras pudo su cotidianidad de vecina de barrio, no incorporó el celular a su vida y le gustaba mantener largas charlas por el teléfono fijo.

Disfrutaba de coser disfraces para sus nietos y se mantuvo firme en seguir viviendo en la casa del Prado, para que sus nietos siguieran visitando la casa de los abuelos y no la casa presidencial.

Su vocación de servicio estuvo siempre, sentía que estaba llamada a ayudar al más necesitado. La vida de María auxiliadora estuvo marcada por el signo del buen cristiano de Don Bosco.

Ella siempre fue “Mary”, comenzó a ser llamada María Auxiliadora cuando Vázquez incursionó en la política.

 

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