La tumba de Nachito

Si pensáramos que cada tumba guarda una historia de vida, podríamos decir que cuando ingresamos a un cementerio no solo entramos a un lugar misterioso, sino que también nos metemos de lleno en las páginas de un libro mágico en el que cada sepultura representa un enigmático capítulo.

Si pensáramos que cada tumba guarda una historia de vida, podríamos decir que cuando ingresamos a un cementerio no solo entramos a un lugar misterioso, sino que también nos metemos de lleno en las páginas de un libro mágico en el que cada sepultura representa un enigmático capítulo. Lo más seguro es que si profundizamos en esas historias, muchas de ellas nos resulten familiares. Pero les puedo asegurar que en cada necrópolis del mundo siempre hay al menos una tumba en la que se oculta lo inexplicable.

En el Panteón de Belén, en la ciudad de Guadalajara, en México, existe una tumba que es muy popular en todo el territorio azteca por su leyenda urbana. Se trata de la tumba de Ignacio Torres Altamirano, más conocido en todo el mundo y en México, como 'la tumba de Nachito'.

Dentro de todos los lugares pintorescos que tiene la ciudad de Guadalajara, se encuentra el museo Panteón de Belén. Aparte de ser una de las joyas de la ciudad, sino que es también una de las muestras más sobresalientes de lo que tiene que ver con arquitectura funeraria.

Nachito fue enterrado en el Panteón de Belén y con el correr del tiempo su tumba se transformó en el principal atractivo. ¿Por qué? Para entender esto, debemos remontarnos al pasado y descubrir a historia de un pequeño que vivió rodeado de amor, muy bien criado por sus padres quienes siempre estuvieron a su lado cuidándolo encarecidamente. El niño tenía miedo a la oscuridad, así que para que pudiera dormir su madre le colocaba dos antorchas para que lo iluminaran ya que en aquella época no contaban con la energía eléctrica. Una noche, una vez que se despiden de su pequeño hijo y le desean las buenas noches, ellos se retiran para dormir en su habitación. Una fuerte tormenta cayó en la ciudad de Guadalajara y la lluvia provocó que las antorchas se apagaran y la habitación del pequeño quedó en penumbras.

A la mañana siguiente, la madre -como todos los días desde que nació su hijo- se dirigió a la habitación para verlo dormir, luego despertarlo, bañarlo y cambiarlo. La sorpresa de ella es que apenas abre la puerta se encuentra con una atmósfera diferente, en el interior de la habitación se sentía mucho frío. Al acercase a su hijo, se dio cuenta que estaba muerto. Tanto era el miedo del pequeño a la oscuridad, que murió esa noche. El parte médico indicó que el niño murió a causa de un infarto.

Muchos pensaron que la historia de este pequeño se terminaba con su muerte, pero por el contrario a partir de ese momento comenzó a originarse su leyenda urbana. Apenas lo sepultaron en el Panteón de Belén comenzaron a suceder cosas verdaderamente extrañas en su tumba.

En  el siglo XIX, según explicó uno de los guías del lugar, no se estilaba hacer velorio ni misa de cuerpo presente a los niños. Así que por la tarde de ese día fatal, se hace el servicio fúnebre del pequeño. Horas más tarde, el sereno del lugar comenzó a hacer su recorrida nocturna para resguardar el orden. Comienza a escuchar un ruido, como si alguien estuviera removiendo la tierra que estaba sobre una tumba. Al acercase al lugar donde estaban los ruidos, se percata que posiblemente vendrían de la tumba del último sepelio de ese día. Pasa a ver esa tumba y se lleva una gran sorpresa al ver al ataúd del pequeño del exterior y la fosa estaba completamente vacía. El hombre pensó que el cadáver del niño ya no estaría, pero al abrir el ataúd se encontró con el niño dentro, vestido de blanco, con sus manos cruzadas y el rostro en paz. Inmediatamente el sereno procedió a enterrar el cuerpo nuevamente, para que nadie pensara que había sido él quien intentó robar el cadáver.

A la noche siguiente, se encuentra exactamente con la misma situación. Ese suceso se repitió diez veces. El hombre, cansado y con miedo por lo sucedido, decide dar aviso a la policía. Ellos, a su vez, citan en este lugar a los padres del pequeño. La madre, al escuchar el relato del sereno rompe en llanto y les cuenta a los presentes que el niño tenía mucho miedo a la oscuridad. Para que todo esto no volviera a suceder, la familia de Nachito decidió hacer la tumba en forma de ataúd por fuera de la tierra. Si la gente va al panteón, se puede observar que tiene una pequeña abertura para que puedan ingresar los rayos del sol.  Se colocaron también cuatro bases, cada una para una antorcha que se encendían por la noche. Desde aquel entonces, se aseguran que haya luz sobre la tumba del pequeño y eso demuestra el gran cariño que siente la gente por la memoria de Nachito. Es el mismo cariño que ha llevado a los mexicanos a llevarle juguetes a la tumba.

Son muchos los que se acercan al Panteón de Belén para llevarlo a Nachito algún tipo de juguete u ofrenda. Son más los que conocen su leyenda urbana, pero son pocos los que saben que a Nachito le gusta jugar, especialmente durante las horas de la noche.


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