Científicos crearon el primer mapa de bacterias en base a chicles tirados en la calle

Las muestras se despegaron del suelo con una espátula estéril y se guardaron en el laboratorio a -80 grados hasta su análisis.

Los chicles pueden ser un problema para las ciudades. Estimaciones del mercado aseguran que cada año el mundo mastica cerca de 374 mil millones de chicles. E inevitablemente miles de ellos terminan pegados en la calle.

Tanto es así que el gobierno de Reino Unido dice que gasta más de 70 millones de euros al año para limpiarlos de las veredas y espacios públicos. Esto está provocando que fabricantes de todas partes experimenten elaborando gomas menos adhesivas, solubles en agua y biodegradables.

Pero resulta que alguien sí fue capaz de aprovechar todo ese chicle pegado en la calle. Investigadores del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas de Valencia, en España, se pusieron al hombro la misión de caracterizar la composición bacteriana del chicle. Es decir, conocer qué tipo de bacterias viven entre la goma de mascar. Para lograrlo analizaron diez muestras en ciudades de España, Francia, Grecia, Turquía y Singapur.

Las muestras, según detalla la BBC, se despegaron del suelo con una espátula estéril y se guardaron en el laboratorio a -80 grados hasta su análisis.

Según una publicación en The Conversation, “el análisis de la composición bacteriana de los chicles de los cinco países diferentes concluyó que, aunque había diferencias entre las muestras, algunos géneros bacterianos se encontraron en todas las muestras”. Muchas de estas bacterias eran más bien ambientales, resistentes a la radiación, que necesitan poca agua y flexibles ante la variación de temperatura.

¿Cuál es la utilidad de todo esto? El mapa del bacterias del chicle ayuda a entender el desarrollo de potenciales patógenos y también cómo es el ciclo vital de las bacterias que transmiten enfermedades.

Al mismo tiempo se estudió cuál es la capacidad que tienen las bacterias de degradar un chicle que pasa semanas pegado en la calle. Y los hallazgos fueron prometedores: una cepa del género Curtobacterium fue capaz de degradar casi todos los ingredientes de los chicles analizados.

Es por esto que la investigación propone que esta bacteria podría utilizarse con técnicas de biorremediación para remover naturalmente los residuos de chicle contaminando las ciudades.

Por último, el estudio también sugiere que la microbiota global del chicle podría tener intereses legales y forenses. Su comparación con la microbiota de la boca de una persona, podría usarse como evidencia para determinar su inocencia o culpabilidad.

Todo eso con apenas un chicle masticado.

Los datos clave del chicle

La goma de mascar es utilizada por el humano desde hace miles de años. En ese sentido, un trozo de resina de alquitrán de madera del mesolítico y neolítico se encontró en Dinamarca y es de hace 6.000 años atrás.

La pieza estaba repleta de ADN y hasta se pudo determinar que perteneció a una cazadora-recolectora de piel oscura y ojos azules.

Pero fue a finales del siglo XIX que comenzó la producción del chicle como golosina. El proceso involucra a México (de donde se sacaba el chiclero o chicozapote) y Estados Unidos que le agregó más ingredientes para hacer una golosina.

En la actualidad, Irán y Arabia Saudí son unos de los países donde más se consume chicle: el 80% lo hace consume chicle de forma regular. En Estados Unidos y Europa el 60 % de la población consume entre uno y cuatro al día.

El comercio de los chicles genera más de US$ 30 mil millones al año.

 


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