Las claves de la "reserva cognitiva", una estrategia de nuestro cerebro para mantenerse sano

A finales de la década de 1980 se empezó a manejar dentro de la comunidad científica el concepto de “reserva cognitiva”. Todo comenzó con una investigación que se llamó “el estudio de las monjas”.

Se habla mucho sobre lo fascinante que puede llegar a ser el cerebro humano, pero a ciencia cierta se sabe bastante poco de él.

Su infinita complejidad y su esencialidad para el correcto desarrollo de la vida humana lo han vuelto un objeto de estudio particularmente interesante, pero igual de complicado. Y dentro de todos estos campos de estudio se encuentra la llamada reserva cognitiva.

Según la revista científica de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, la reserva cognitiva es “la capacidad del cerebro para improvisar y encontrar formas alternativas de completar una tarea”.

La periodista de la BBC, Laura García, define la reserva cognitiva como “un almacén de recursos que permite compensar los efectos de una lesión o una enfermedad neurodegenerativa”, como la demencia o el Alzheimer. Es que la salud de nuestro cerebro depende de dos factores, la reserva cerebral y la reserva cognitiva.

García dice que podemos pensarlo como si nuestro cerebro fuese una computadora. La reserva cerebral sería el hardware, los componentes físicos de nuestro cerebro que heredamos de nuestros padres. Y la reserva cognitiva es el software, es decir todos aquellos programas o información que le cargamos a nuestro cerebro, o nuestra computadora, y son acumulables. Por ejemplo, aprender idiomas, tocar instrumentos o leer.

Todas estas actividades alimentan a nuestro cerebro y lo hacen más ágil y reactivo frente a los cambios.

Las investigaciones de los últimos años demostraron que aunque nuestro cerebro presente lesiones o problemas físicos degenerativos, si tenemos una buena reserva cognitiva -es decir, un cerebro estimulado- nuestra mente encuentra maneras de evadir esas lesiones y seguir funcionando con normalidad. Es como si le diéramos a nuestro cerebro más herramientas para improvisar y así protegerse de los efectos causados por estas lesiones.

La revista de Harvard lo resume así: “El concepto de reserva cognitiva se originó cuando los investigadores describieron individuos sin síntomas aparentes de demencia que al momento de la autopsia se encontró que tenían cambios cerebrales compatibles con la enfermedad de Alzheimer avanzada. Estos individuos no mostraron síntomas de la enfermedad mientras estaban vivos porque tenían una reserva cognitiva lo suficientemente grande como para compensar el daño y continuar funcionando como de costumbre”.

La ciencia todavía no termina de entender cómo funciona la reserva cognitiva a nivel fisiológico, ni dónde se aloja, ni cómo moldea nuestro cerebro, pero no hay dudas que es un efecto positivo.

La reserva cognitiva se puede fortalecer a lo largo de toda la vida. ¿De qué manera? Practicando actividades que impliquen concentración, aprendizaje de algo nuevo, interacción con otras personas, usar nuestra memoria, el pensamiento estratégico y sobre todo que sean actividades que disfrutemos.

Así, nuestro cerebro prestará más atención y será más permeable a adquirir esas nuevas herramientas que, quizá, en algún momento puedan salvarnos la vida.


Las Más Vistas