Compraba drogas en una boca de venta y las repartía en su círculo cercano.
El efectivo cumplía funciones de custodia en un hogar del INAU cuando dejó su puesto para ir a comprar cocaína y consumir la sustancia.
Al rato de su salida, un compañero llegó a relevarlo pero se encontró que en el lugar de trabajo estaba el uniforme y el celular, pero no estaba el arma de reglamento del policía que había salido a comprar droga.
Durante dos días no se supo más nada de este policía, por lo que comenzó una investigación interna.
De esa investigación, surgió que el hombre estuvo internado en un centro privado de rehabilitación durante dos años y que lo habían echado de una empresa de seguridad por consumir alcohol y drogas en horario laboral.
A los tres días, el policía apareció en otro hogar del INAU en donde también trabajaba y fue detenido inmediatamente.
Cuando le consultaron sobre su arma de reglamento, el oficial declaró que estaba en lo de su suegra. Al revisar la casa de su suegra se comprobó que el arma no estaba en ese lugar, por lo que continuó la investigación.
El policía cambió su declaración y dijo que cuatro hombres se la habían robado. Horas más tarde se desdijo y confesó que se la robaron cuando estaba consumiendo cocaína.
Declaró que durante dos días no se movió de la boca y que le daba su tarjeta y su pin a los dueños de la boca como manera de pago.
Además, confesó que les suministraba droga a los consumidores del barrio que consumían con él.
Su arma no apareció y se sospecha que también la vendió a cambio de droga.
La fiscal del caso pidió el procesamiento con prisión del policía por suministro droga a título gratuito y la jueza del caso hizo caso al pedido fiscal y procesó con prisión a este policía de 25 años.
